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Domingo Antonio Faustini: un tractor tirando

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HECHOS anuncia que con su edición correspondiente al mes de Marzo 2020, publicamos una entrevista exclusa a la familia FAUSTINI de Villa del Rosario.
Domingo Antonio Faustini y su hijo Hernán comentan las historias de sus vidas. El presente y el futuro que proyectan.

Domingo Antonio Faustini, padre Hernán Faustini, y abuelo de Franco Faustini.
Nació en Inriville en 1938, hijo de Antonio Faustini y está casado con Nelly Passiarotti

Camerino – Italia
“Mi abuelo se llamaba César Faustini, era de Camerino, región de Macheratta (Italia), él se vino a la Argentina en la guerra de 1914.
Se casó antes de venirse, y su esposa quedó allá, embarazada.

Santa Fe
El abuelo César se vino junto a Don Calcagni, y se instalaron en Santa Fe.
Mi abuela vino después, una vez que tuvo a su hijo (o sea mi padre …¿Antonio?… , que nació allá y era italiano).

Inriville
Mi papá creció, se casó e hizo su familia, en un campo de Inriville. Allí nací yo en el año 1.939.
Toda mi familia nació en ese mismo campo.
En el año 1.944 mi padre se quiso independizar de la familia y deja Inriville. El Sr. Calcagni (que había venido de Italia con mi abuelo), se había instalado en Laguna Larga, y como había comprado un campo grande para sus posibilidades, le ofreció a mi padre una parte de ese campo para trabajarlo.

Laguna Larga
Mi abuelo le compró unos yeguarizos para empezar, un arado de una reja, una sembradora y unas rastras. Me acuerdo que cuando llegamos a Laguna Larga, estaban terminando la casa.
Fui a Escuelas Particulares Rurales, cuando tenía 10 años, porque el pueblo quedaba lejos: a 14 ó 15 km.
Varios vecinos se juntaban y pedían al Consejo maestros; y las clases se daban en un Salón Grande.
No me gustaba estudiar.
Fui a la escuela de “La Lagunilla”; viajavamos en Sulky con los hermanos Panari.
Después se abrió la Escuela de Viano.
Terminé 3ro y 4to grado todo junto, yo no quería ir a la Escuela. Cuando le dije a mi papá, me dijo: “Te mandás a mudar o te ponés a trabajar”.
Rastrillaba a pie. Arrancábamos del 15 de enero en adelante, hasta febrero trabajando con el maní y el maíz.
Cuando me tocó el servicio militar, a esa edad, yo ya administraba el campo.
Con una máquina salía a trillarle a los vecinos.
Trabajabamos 180 ha., al principio se trabajaba con animales; después mi padre compró un tractor Hannomag.
Yo tenía 20 años cuando conocí a mi mujer y vivía ahí: Nelly Passiarotti.
En el año 71 me independicé de mi padre.
Mi padre era un poco caprichoso, no quería agrandarse. Yo si.
Mi padre me lo dio a trabajar a porcentaje: el 50% era para él, y el otro 50% era para mí y mi hermano.
Vi que la cosa no andaba, yo tenía dos criaturas y siempre cortado.
Un día viene Luis Cismondi y me ofrece la chacra pero yo no tenía dinero.
Eran 3 millones y medio de pesos y me dijo que le dijera a mi papá que la comprara. Volviendo de Laguna Larga un día me animé y le dije la propuesta.
Al principio no le gustó y me dijo que hiciera lo que me pareciera, él no se quería agrandar.

Matorrales
Don Panari compra 200 has. de los campos de Fessia en Matorrales.
Yo era amigo del hijo y me comentó que él me lo quería alquilar a mí. Pero yo les dije que no tenía dinero para comprar las herramientas. Así que les propuse que ellos compraran el equipamiento y yo ponía mi trabajo.
Vinimos y blanqueamos la casa con mi cuñado y el 23 de junio del 71 nos instalamos. Y arrancamos cuando me trajo todas las herramientas y el tractor. Una seca tremenda.
Me tocó trabajar en Navidad, Año Nuevo y Reyes.
Llegué a trabajar 20 horas por día, semanas enteras. Cuando pude sembré maní.
Con los hijos trabajábamos a media pero a don Panari le pagábamos un arrendamiento.
Con las vacas que recibí de parte de mi padre, hicimos el tambo con mi señora.
Nos levantábamos a las 4 de la mañana, todos los días, y después me iba a trabajar. El segundo año sembré todo maní. 45 ha. de maní y las perdí por el temporal.
Pero la libreta y el combustible lo iba pagando. En el 71 y 72 me fue mal, en el 73 empezamos a mejorar.
Me compré un jeep.
Mejoraron los años, yo tenía un pacto con los muchachos Panari: que cuando me fuera bien podía comprar las herramientas, me independizaba de ellos.
Panari (padre) compra otro campo y me ofrece trabajarlo también. Eran en total 450 ha.
Metimos un cosechón de sorgo: 7 mil quintales. Nunca visto en la zona.
Sembramos girasol 2 mil y pico de quintales.
Con el sobrante de la cosecha me compré un tractor Massey Ferguson 1078, rastra nueva y el rolo.
Tenía un Fiat 800 (que era de Panari) y un Hannomag para trabajar las 450 ha.
En 1.977 le dije a Panari que me quedaba a trabajar el campo de 250 ha.
Compré herramientas, el Hannomag, el arado y rastra.
No me fue bien con la siembra de maní, pero al año siguiente sembré trigo y fue una buena cosecha.
Al segundo año vino piedra y me llevó el trigo.
En 1.984 me sale la oportunidad de comprar un campo de 90 ha. Y lo alquilé.
Al año siguiente lo empecé a trabajar yo.
Alcancé a comprar 550 ha.
Siempre le comenté a mi mujer: no quiero vivir en familia con mis hijos por la mala experiencia que había vivido con mi padre.
Cuando se case cada uno de mis hijos, quiero ir acomodándolos cada uno en un campo.
Siempre pensé que al cereal había que guardarlo, manejarlo uno.

El cáncer y el retiro
Me enfermé de cáncer de piel, y a partir de ahí dejé de trabajar en el campo. Les dije a mis hijos Jorge y Hernán: “Allí están los silos llenos, les dejo las herramientas, los galpones con soja, me dan dos mil quintales de alquiler y arréglense con todo ustedes.
De todas formas sigo yendo al campo. Mi señora siempre me acompañó.

“El sueño del pibe.”
Hernán Faustini: “Nosotros tuvimos la posibilidad de estudiar. Yo me decido por la carrera de Molinería. Estudié el secundario en el Ipet Nº8 y terminé Molinería en 1.989 con Julio YOLI Rivarola. Cuando terminé de estudiar, el “Yoli” me llama a los pocos días del acto de finalización y me dice: Hernán vos tenés trabajo.
Yo había salido con uno de los mejores promedios.

¿La opción?
“Decidí continuar con el trabajo de mi padre en lugar de ir como empleado.
Porque agrandamos la empresa en ese momento.
Hoy yo puedo hacer lo que tanto me gustaba, teniendo mi propio molino harinero.
Considero que todo salió como tenía que salir o mejor.
Es una empresa familiar, la empresa se llama TRIGAL. Quise hacer un reconocimiento para mi padre y a mi abuelo, por eso a la harina le puse “La Antonia”.
Cuando haga galletas tengo la idea que se llamen Don Humberto en homenaje a mi otro abuelo.”

¿Estás al frente de todo?
“En cuanto a la molinería ya no me siento tan capacitado, porque han pasado 20 años desde que egresé.
Armamos un equipo de gente profesinal y actualizada.
Traté de conseguir molineros de la carrera y armamos un equipo con gente preparada.
Considero que mi padre hizo la GRAN parte de la empresa. Después crecimos juntos.
Pero se terminó una etapa, hasta la que pudo llegar él, por su edad.
Nosotros debíamos empezar con otra ciclo y en ese cambio debíamos estar nosotros.
Creo que el país necesita gente que tenga ganas de dejar de hacer lo fácil y empezar a hacer lo más difícil.”

¿Cadena de valor agregado?
“Yo quise darle valor agregado al cereal.
Ahora tratamos de llegar a la mesa de la familia con un producto final; porque creo que es el futuro del país.
No es fácil, se que estoy sacrificando a todo la familia.
La encaucé en un camino que es durísimo.
Salir de la zona de confort, siempre es difícil.
Yo les digo que tenemos la suerte de estar bien, gracias al esfuerzo de nuestros antepasados.
Los problemas graves son las variables económicas, en un país muy inestable.
Argentina te da la posibilidad de crecer, porque de una forma u otra podes crecer.
Pero es muy difícil mantenerse, lograr el equilibrio. Saber qué pasos podés dar y pelear los mercados. Hay mucha competencia.”

¿Qué es lo más difícil?
Lo que más me ha molestado en este proyecto, es no tener el apoyo de la gente que uno quiere que lo apoye.
Hoy mientras todos están desocupando empleados, nosotros estamos creando puestos de trabajo.
Eso te hace sentir bien, porque le podes dar una mano a gente que no tiene recursos.
El no tener un apoyo crediticio acorde.
El gobierno da un pantallazo de que hay que darle valor agregado a la materia prima, pero a la hora de la realidad, nadie viene a darte una mano.

¿Es o era el momento de hacer ésto?
Soy un convencido de que siempre es el momento.
De lo único que me arrepentí en la vida, es de lo que no hice.
El proyecto original se inició con la fábrica de galletas. Decidimos hacer primero la harina.
Hoy está un poquito atrasado, porque las maquinarias no las hemos podido comprar todavía.
Pero está toda la estructura hecha para hacer cuatro líneas de producción de galletas.
Seguramente iniciaremos con galletas dulces, y veremos con el paso del tiempo que nos va marcando el mercado.
Pensamos agregar una línea de galletas saladas, y otra de turrones.
La idea siempre es ir de menor a mayor, abarcando los mercados locales.
Buscar distribuidores que lleguen a los pequeños negocios y después se pensará en las grandes cadenas.
Un sueño sería poder exportar.

¿Seguís con el campo?
“Hoy el campo se maneja de una forma empresarial. Se fumiga y se cosecha, gracias al avance de la tecnología con la siembra directa.
Hay más tiempo libre, pero mantener los dos emprendimientos es un desafío grande.
Se sale de la zona de confort.
Es otra cosa.
Te tiene que gustar mucho, para poder afrontarlo, porque no se hace sin un vínculo familiar consolidado. Donde todos tenemos que tener reglas claras y saber que vamos para el mismo lado. Sino se desequilibra.”

¿Cuándo comenzó a producir el Molino?
“El 20 de febrero de 2019 cargamos el primer camión. En cuatro meses tuvimos la producción vendida y con éxito en la calidad de la harina.”

¿Cómo van los primeros pasos?
“El mercado es muy inestable, hay meses que se vende bien y otros que se cae el consumo. Empezamos con la fábrica como él empezó con el campo: muy chiquito.
Hoy armar una industria cuesta mucho dinero.
La producción que tenemos es muy pequeña en el mercado. Hoy sacar cuatro camiones por semana, es como que no entras bien en el mercado. Queremos ver si duplicamos la producción.”

¿Expectativas?
“Es una apuesta al futuro. Hoy hay que conformarse con mantenerse. El próximo paso es agrandar el molino y quizás la fábrica de galletas.”

La opinión del Padre:
Domingo Faustini: “Estoy muy conforme con lo que está haciendo él (su hijo Hernán); porque está relacionado con lo que produce. Pienso que en ese camino va a estar bien.”

Hernán Faustini: “Tomamos la experiencia de él (su padre Domingo), porque todo lo que se hace con amor y ganas, sale bien.
Para mí lo del Molino Harinero, era un sueño dormido, que se nos dió ahora.
Formando una empresa con una buena base familiar, se logran estos objetivos.”

A su turno, Karina Caciorgna, la compañera de viaje (de Hernán) en éste desafío manifestó:
“Creo que todo ésto se mantiene y se fomenta con el amor. Ser tolerante y hablar, te ayudan a ser fuerte.
Hay días, momentos difíciles, no todo es color de rosa. Propio de lo que se está llevando a cabo, que no es fácil. Todos somos principiantes.
Nos equivocamos, pero todos llegamos al mismo punto: mirar para adelante y llegar a un objetivo unidos.
Hernán se apoya mucho en la familia.”

Hijos de Hernán en el equipo de trabajo:
Franco es Licenciado en Administración Agraria.
Morena está aún en el secundario.


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