na abuela de 91 años, con hijos, nietos y algún bisnieto, sería, quizá, la vida de Marta Ofelia Stutz.
Pero sólo fue Martita, la nena de 9 años que se perdió para siempre el 19 de noviembre de 1938 cuando, en la Córdoba natal, salió de su casa para comprar, en el kiosco de la esquina, una revista Billiken tal como lo hacían casi todos los chicos.
Fue el caso más emblemático de la provincia. Un recuerdo que nunca se logró esclarecer. Una imagen borrosa en un archivo policial. Nadie podrá saber jamás qué fue de la niña. Si vivió o murió aquél mediodía en el que entró en la historia de los misterios del país. Martita recibió de su madre, unos centavos y el permiso para caminar unos metros y comprar la revista en el kiosco de don Manuel Cardozo, conocido de la familia. Eran las once y cuarto de la mañana y la mamá sólo le dijo: «tené cuidado al cruzar la calle». Sólo eso. La nena, con una sonrisa, se despidió mientras se acomodaba un moño blanco con el que le habían atado el cabello. Sería la última imagen grabada en la memoria de la familia.
Media hora después, la madre, el padre y los vecinos comenzarían la búsqueda. Al día siguiente, ya era una noticia que conmovía a toda la ciudad. La Policía había intervenido y el caso había salido en los diarios de la época. Por entonces, una serie de secuestros extorsivos que sacudían a la Argentina. Pero hubo dos problemas para esa hipótesis: por un lado el padre de Martita, que era empleado, no tenía dinero para hacer frente a un rescate; mientras que desmoronó esa posibilidad fue que nadie llamó para reclamar plata.
Cardozo, el quiosquero, declaró que la nena le compró la revista y se marchó, sin notar nada extraño. Pero después aparecerían otros testigos: un hombre dijo que vio a la nena caminar de la mano de una mujer. Mientras que dos chicos atestiguaron que la habían visto, en otro barrio alejado de su casa, en un auto voiturette verde.
Con el dato de la voiturette dieron con un primer sospechoso, de apellido Sabattino, que tenía antecedentes por contrabando. Estuvo preso, pero no pudieron probar nada. Después llegarían a la casa del matrimonio Barrientos y estuvo en la mira un hombre de apellido Suárez Zavala. Se los investigó juntos y por separado.
Intervenían policías de Córdoba, pero también recibieron la colaboración de sabuesos de la Policía Federal. Con el correr del tiempo, la hipótesis más fuerte mencionaba a un supuesto caso de abuso sexual. Se hicieron allanamientos, incluso se encontraron restos (pero no eran de una nena) y se tomaron cientos de declaraciones. El único que llegó a una acusación formal en la justicia fue Suárez Zavala, pero no lo pudieron implicar en un presunto homicidio.
No había pruebas. Sí había testimonios que lo señalaban como ‘consumidor’ de prostitución, con una inclinación aberrante: le gustaban las menores. Así siguió la causa hasta que en el año 1939, el caso contra Suárez Zavala fue cerrado por el juez Wenceslao Achával. Y en 1943, la Cámara del Crimen, con voto dividido, cerró definitivamente la acusación contra el implicado.
Desde ese momento, la causa entró en un letargo, hasta que finalmente se extinguió la acción penal por el paso del tiempo. Desde ese momento, nadie más pudo escarbar en la historia para poder averiguar qué fue de la vida o muerte de la niña Martita Ofelia Stutz.
Fuente: Claudia Aguirre (Hechos Media)