A un año de que se registrara el primer caso de COVID-19 en Brasil, el país superó los 250.000 decesos por el virus, en medio de una preocupante nueva ola de contagios, escasez de vacunas y medidas de contención juzgadas como insuficientes.
El brote de COVID-19 ha provocado la muerte de 251.498 personas en Brasil, según informó este 25 de febrero el Ministerio de Salud del país, precisamente a un día de cumplirse un año del primer contagio en el país y en toda América Latina.
El funcionario agregó que 1.541 personas murieron en las últimas 24 horas, la segunda cifra más alta de muertes diarias desde que la pandemia afectó al país. Esta cifra tan solo es superada por la registrada el 29 de julio pasado (1.590 fallecidos), cuando el país estaba en el pico de la primera ola de la pandemia. «El virus está circulando sin ningún control», declaró Christovam Barcellos, del instituto biomédico Fiocruz, que fabrica en Brasil la vacuna AstraZeneca.
Con los 65.998 nuevos casos de coronavirus notificados este jueves, el país sudamericano ha registrado en total 10.390.461 casos acumulados.
Esos datos confirman a Brasil, con sus 210 millones de habitantes, como uno de los epicentros globales de la pandemia y como el segundo país con más muertes en el mundo, después de Estados Unidos.
La nación se enfrenta así a una nueva etapa de la pandemia más virulenta y mortal que la primera, al parecer provocada por la circulación de nuevas variantes del virus, entre las cuales se encuentra la llamada mutación brasileña. Esta sería, según un análisis hecho por instituciones del Gobierno, tres veces más contagiosa que la predominante en el mundo.
Más muertes por COVID-19 que por homicidio
Brasil empezó a registrar un nuevo aumento de casos en noviembre, tras algunos meses de mejora. La situación se acentuó tras las fiestas de fin de año, con un promedio de muertes diarias por encima de las 1.000 durante varias semanas.
Los especialistas atribuyen este aumento a una combinación de factores, entre ellos la flexibilización del aislamiento social y las demoras para negociar la compra de vacunas. «Después de diez, once meses de pandemia, existe un cansancio natural entre la población, pero esto no debería justificar el descuido», apunta el epidemiólogo Mauro Sánchez, de la Universidad de Brasilia, quien opina que el país ha normalizado los cientos de muertes todos los días.
Río de Janeiro, considerada la postal de Brasil, fue una de las ciudades más afectadas. En septiembre de 2020, si Río hubiera sido un país, su tasa de mortalidad per cápita habría sido la más alta del mundo.
A pesar de esta situación, el estado y su capital relajaron desde inicio de junio del año pasado las medidas de confinamiento. Las playas y los bares reabrieron en verano, en momentos en que la segunda ciudad más grande de Brasil desmantelaba gran parte de su capacidad sanitaria de emergencia. La medida fue calificada por médicos especialistas como “precipitada” e “imprudente”.
El Amazonas también fue uno de los estados más golpeados por la enfermedad. Con apenas una unidad de cuidados intensivos para atender a un territorio que triplica al de España, la región fue rápidamente sobrepasada por la pandemia.
En enero, la falta de oxígeno hospitalario en la capital, Manaos, llevó rápidamente al colapso de las redes públicas y privadas de salud, provocando la muerte no sólo de quienes estaban en situaciones críticas por el COVID, sino de otros pacientes.
Según la BBC, el último miembro masculino del pueblo indígena juma en la Amazonía brasileña murió después de enfermarse de COVID-19 la semana pasada.
El presidente asegura que no se vacunará
El presidente del país, Jair Bolsonaro, populista de extrema derecha que protestó contra las medidas de confinamiento y dijo que no tomaría ninguna vacuna, ha sido criticado por su respuesta al virus y la lentitud en el despliegue de las vacunas.
Sin embargo, el agravamiento de la pandemia ha obligado a varios de los 27 estados de Brasil a volver a imponer rigurosas medidas de distanciamiento social. Un toque de queda nocturno, que ya había sido adoptado por estados como Bahía, Mato Grosso, Paraná, Amazonas y Piauí, comenzó a regir en la noche del viernes en Sao Paulo.
Por su parte, Bahía suspenderá durante todo el fin de semana las actividades comerciales no esenciales y prohibirá la venta de bebidas alcohólicas. Sao Paulo, con más de 40 millones de habitantes, aumentará los controles para evitar la circulación nocturna.
En este sentido, son principalmente los gobernadores de los estados federales los que han liderado las medidas de contención de la pandemia, abriendo una batalla política contra Bolsonaro.
Los planes del Gobierno en materia de vacunación
En el país, la campaña de inmunización empezó en enero y avanza a paso lento. Por el momento, 6,1 millones de brasileños han recibido la primera dosis, equivalente a menos del 3% de sus 212 millones de habitantes. Pero muchos municipios tuvieron que suspender sus campañas por falta de vacunas y sólo las reanudaron este jueves, luego de que el Ministerio de Salud distribuyera 3,2 millones de dosis que llegaron esta semana.
Hasta ahora, Brasil ha utilizado la vacuna de AstraZeneca desarrollada con la Universidad de Oxford, pero sobre todo la inyección Coronavac, fabricada por la empresa china Sinovac Biotech Ltd. Sin embargo, está actualmente negociando para comprar todas las vacunas que pueda.
Además, el regulador sanitario brasileño, Anvisa, autorizó este martes el uso a gran escala de la vacuna de Pfizer/BioNTech contra el coronavirus, aunque el inmunizante no está todavía disponible en el país.
El ministro de Salud, Eduardo Pazuello dijo que el Gobierno planea haber inoculado a la mitad de los 210 millones de habitantes a mediados de año, pero la producción local de las vacunas aún no ha comenzado.
Fuente: EFE, Reuters y AFP