A pocos días de su muerte y desde el cariño de una persona que conoció en profundidad al “Chino”, tanto como artista como persona, Adrián “Bachi” Delorto recuerda a su amigo, mentor y compañero.
El 6 de marzo de 2021 fue un día triste para Villa del Rosario y para todos aquellos que conocían a Jorge Raúl Ludueña, el artista plástico cordobés. Ese sábado el “Chino” Ludueña, como lo llamaban todos, falleció en Villa Mercedes, Provincia de San Luis, donde vivía junto a su hija y luchaba, ya hace algunos años, contra la diabete y el Alzheimer
A pocos días de su muerte y desde el cariño de una persona que conoció en profundidad al “Chino”, tanto como artista como persona, Adrián “Bachi” Delorto recuerda a su amigo, mentor y compañero.
Hechos: ¿Cuándo y cómo conociste al “Chino”?
A mi siempre me gustó dibujar así que al “Chino” lo conocía por referencia de la gente. Era uno de los pintores más conocidos de Villa del Rosario, junto con Julio Peralta. Yo lo conocí primero a Don Julio, cuando empecé a ir a ayudarle a pintar letras. Después conocí al “Chino”. Allá por el año ‘85 más o menos, me lo presentó Silvana Manzotti, que sabía que a mi me gustaba dibujar. A partir de ahí lentamente empezamos a construir una relación de amistad. Yo empecé dibujando, haciendo caricaturas, quizá algún trabajo por encargo, y el Chino siempre estaba ahí… simplemente se trataba de decir “mirá estoy pintando esto, haciendo esto”… Así, esa amistad fue creciendo hasta que “Chino” se convirtió en uno de mis más entrañables amigos y hasta en un padre para mi.
Hechos: ¿Cómo era como persona? ¿Cómo lo describirías?
Era una persona maravillosa el “Chino”, forjada en las tradiciones de Villa del Rosario, muy arraigado a ellas. Amaba a su pueblo y era una persona muy querible. Y le encantaba cultivar la amistad. A las personas con las que se sentía cómodo les abría las puertas de par en par.
Hechos: ¿Cómo lo describirías como artista?
Yo lo describo como fruto de la cultura de Villa del Rosario, la cultura que dejó la construcción de la basílica.
Él comenzó ayudando a su padre con distintas obras en la década del ‘50, ‘60. En ese momento, además, hacían restauraciones de iglesias. En aquel entonces una de las principales técnicas que utilizaban era la pintura al fresco, sobre los famosos estucados. Y también la pintura al temple, un tipo de pintura milenaria, al igual que el fresco, donde los pigmentos se diluían, por lo menos al principio, utilizando el huevo era el aglutinante. Ya para cuando el “Chino” empezó a participar se utilizaba una cola especial como aglutinante. Ellos preparaban el pigmento con ese aglutinante porque se respetaba esas técnicas tradicionales antiguas.
Él, con el devenir de los años, se adaptó más al acrílico, que es una técnica bastante parecida solo que con productos elaborados desde fábrica. El “Chino” fue evolucionando. Yo he visto trabajos de él de la década del ‘60, trabajos que después nos tocó ir a restaurar, por ejemplo un mural en la iglesia de Calchín Oeste, donde la pintura era plana y no había demasiados matices. Pero él fue evolucionando, investigando, estudiando e hizo interpretaciones muy personales y logró un estilo propio.
Hechos: ¿Cómo era trabajar con él?
Las experiencias de trabajar con el “Chino” siempre fueron muy lindas.
Él era muy protocolar. Era protocolar en los horarios, en las formas, incluso había un momento para parar a tomarse el café… a los tiempos había que respetarlos. Pero yo lo hacía con mucho gusto porque era toda una experiencia y además era un contacto con cosas del pasado. Él a donde iba transmitía toda la carga cultural que había absorbido de su padre, y su padre la había absorbido del primer decorador alemán que vino a la iglesia, a la basílica, para iniciar las tareas decorativas, más o menos en la década de 1920. Así que estar con él era una experiencia que te transportaba al pasado.
Y en cuanto a técnicas, ellos venían de una formación donde cada artesano, en las construcciones de las iglesias, tenían sus secretos. Trabajando con él uno también conectaba con eso. En el caso del estucado, el estuco veneciano, ellos tenían un secreto guardado, que era la herencia que venía del pasado, una herencia que venía de generación en generación. Ese conocimiento se transmitía, heredaba, junto con el compromiso de que se trataba de algo que había que cuidar y no entregárselo a cualquiera porque entonces salían a hacer trabajos improvisados con técnicas que debían ser impolutas y estar trabajadas con todo el amor del artesano y respetando cada paso.
Hechos: ¿Crees que todo esto marcó, influyó, tu trabajo como artista?
Si, sobretodo en el amor por esas cosas, que son casi imperceptibles para el exterior y en este momento por ahí no construyen lo que se está usando, pero que yo tomé como una herencia importante. Son las mismas cosas que hoy le transmito a mi hijo.
Por ejemplo, en el caso de la basílica de Villa del Rosario, en este momento se ha cometido faltas graves en cuanto a lo que es la decoración original de la la Basílica, lo que a veces escucho que le llaman Chernobyl artísticos. Eso pasa con Villa. Pero bueno, en algún momento cambiarán las cosas y se volverá a lo original y entonces mi hijo va a saber como hacerlo, como devolverle a la basílica esa técnica, que fue la que eligió Lindor Ferreyra, que es la que formó tantos artesanos acá en Villa del Rosario, que fueron saliendo de distintas escuelas. Como te decía, don Julio Peralta, nuestro ahora recordado Chino Ludueña…
Hechos: ¿Qué es lo que más te llamaba la atención o te gustaba de su forma de trabajar? ¿Tenés una obra favorita de él?
Me gustaba como manejaba la figura humana. Hay cuadros de figuras que ha hecho él que realmente admiro. Hay uno en el Museo, por ejemplo, que ganó un concurso acá en Villa del Rosario. Y después he visto algunos de figuras humanas, figuras femeninas, cuadros donde pintó supongo a sus musas… a esos los ha venido, no están más, creo que ni siquiera están en Villa del Rosario.
Hechos: ¿Cuándo fue la última oportunidad que tuviste de verlo?
Lo vi por última vez hace dos años, él ya estaba con el Alzhaimer avanzando.
Se lo llevaron de Villa, él no se hubiese ido, hace algunos años ya. Está bien igual, alguien se tenía que hacer cargo de una enfermedad que lo limitaba en muchas cosas. Estaba solo, su hermana era mayor que él. Pero bueno, la enfermedad tiene muchas etapas y él ya estaba empezando el declive…
Hechos: Las últimas semanas se estuvieron vendiendo algunas de sus obras para colaborar con algunos de sus gastos ¿Cómo les fue con esta propuesta?
Si, algunas de sus obras estuvieron en venta en la casa de Adriana Pérez. La hermana de “Chino” organizó todo pero prefirió que los cuadros estuvieran al frente, en la casa de la vecina, que les está dando una mano.
Eran obras que él había hecho acá, las que quedaron en casa de su hermana. Por supuesto él se llevó algunas cosas para Villa Mercedes, San Luis, y ahí hay otras obras y trabajos de los últimos años.
Creo que quedaron algunos cuadros, pero la verdad las personas acompañaron mucho. La invitación la largamos el jueves me parece, y ese mismo día se vendió un cuadro, y al día siguiente se vendieron siete y después más gente empezó a preguntar y al día de hoy todavía están haciéndolo. Yo después no he estado más en contacto con Adriana para ver cuántos más se habían vendido, pero si he estado en contacto con gente que me llama y me pregunta porque quiere tener un cuadro del “Chino”.
Hechos: ¿Cuál crees que fue su legado? ¿Cómo le gustaría ser recordado?
Hay un legado, como te explicaba recién, que es la transmisión de la técnica que él heredó. Y hay otro legado que ha entrado en muchos hogares de Villa del Rosario que son sus obras. Y además, por algo también él es referente entre los vecinos de Villa del Rosario, es una persona muy querida, muy admirada. En cuanto a mi, personalmente, me legó el amor por la pintura, por el arte y por todas estas técnicas y métodos históricos y me voy a quedar siempre con eso.
Y, por supuesto, quedan muchas historias. Él de por sí era una persona que tenía muchas anécdotas. También llegó a conocer a muchos personajes que son muy recordados acá en la zona. El Padre Patiño, por ejemplo, de Luque. “Chino” contaba unas anécdotas divertidísimas y además con la gracia de propia de haberlas vivido y haberlas escuchado del cura E igual de distintos personajes de Villa del Rosario.
Recuerdo que tenía un ayudante, lo compartían con Julio Peralta. Le decían “el Ratón Pérez”, se llamaba en realidad Parmeño Antonio Pérez, alias “el Ratón”, un personaje de aquellos también. Y al mismo tiempo que lo compartían, también competían por él. Y bueno… hacían cosas muy locas, muchas travesuras.
A “Chino” también le gustaba mucho cuando íbamos con mi hijo a trabajar. Primero mi hijo no quería saber nada porque lo veía una persona muy seria, muy recta, al “Chino”. Un día lo obligué a acompañarme, porque necesitábamos terminar un trabajo, y cuando el “Chino” vio que estaba mi hijo ahí lo invitó un café y me dejaron a mi trabajando solo. Mi hijo estaba super feliz porque se había convertido en el protegido, el “Chino” lo mimaba. Lo trataba como si fuera un abuelo con su nieto…
Fuente: Hechos Media (Eugenia Acosta)
Imágenes: Marcelo Brunetto