Este jueves 25 de marzo a las 6:00 horas dejó de sufrir el compañero de ruta y colaborador inconmensurable de este desafío editorial llamado HECHOS.
A poco de llegar a Villa del Rosario (fines de la década del ´90 y durante más de dos décadas), fue parte de nuestro staff, acompañando casi todas las circunstancias que nos deparó el destino.
Desde hace unos meses su salud se vio progresivamente deteriorada y el sufrimiento que pasaba en los últimos días, es la única razón por la cual se mitiga el dolor de la pérdida irreparable.
Hoy rendimos homenaje al enorme ser humano que nos dejó su impronta marcada a fuego en muchas intervenciones, que se reflejan en aportes memorables a nuestras páginas, donde tratamos de reflejar parte de la historia regional.
Como testimonio de su biografía publicamos una entrevista realizada un tiempo antes de que se manifestara la enfermedad que afectó su salud de manera imprevista e irreversible.
El “Gordo” Ovidio Córdoba, más allá del personaje
Respecto a sus inicios señaló: “Mi vida desde el principio, que tenga uso de razón, empieza en Bs. As. Ezeiza habré tenido cuatro o cinco años, a los seis aparecí en Rosario estudié en la escuela República de Bolivia desde primero inicial hasta séptimo grado, vivía en la calle Caferatta y La Paz”.
Y continuó: “A los 9 años se separaron mis padres y quedé viviendo con mi mamá y ahí empezó la gran travesía de la vida. A los nueve meses no había para comer, mi vieja con mucho dolor me dijo este es el último plato de comida, a partir de mañana sino ingresa plata no comemos”.
“A las dos de la mañana me levanté y cerca de ese lugar se había inaugurado el mercado de abasto, fui recogí un montón de verdura que habían tirado los puesteros la seleccioné me fui a la escuela y a la tarde salí a vender, ese fue mi primer ingreso de dinero. A los once años tenía una verdulería”, apuntó.
Continuando con su infancia relató: “Cuando cumplí 12 me llevaron a un pueblo que se llama María Susana, mi mamá trabajaba en lo que podía y yo fui boyero y a la tarde en un taller de chapas lijaba y me daban 5 pesos por semana. Se comía bien porque del campo se traía la leche y verdura”.
“Después de eso me fui a estudiar a Rosario en el colegio San José. Tuvimos un accidente, mi papá muere y yo me salvé. En el colegio no había quién se hiciera cargo. El Director del colegio fue a hablar a la justicia, la jueza me autorizó a vivir solo con un tutor. Terminé de pupilo en Leones en un colegio, no aguanté y me volví a Rosario, terminé viviendo con mi hermano”, agregó.
A los 18 años vendiendo por la calle huevos, contó: “una señora que me compraba, tenía un cartelito que decía se vende, a esa mujer le compré la casa, todo fue con la venta callejera”.
“Ahí estuve hasta los 21 años que me tocó el servicio militar. Cuando salí volví a Rosario a la venta callejera, trabajando en forma independiente”, reiteró.
Tiempo después trabajando en una fábrica, “me pasaron por todas las secciones y en ventas exploté, tuve mucho éxito como vendedor publicitario, me dio muchas satisfacciones viajé mucho”, sostuvo.
En cuanto a su relación con su amado Rosario señaló: “Yo entré y salí de Rosario muchas veces hasta que me vine a Córdoba no pude entrar más, fue como que encontré mi lugar en el mundo y más en este pueblo (Villa del Rosario) porque se me dio todo: la familia”.
“Es mi amor imposible, indomable, Rosario es más desafiante que la mejor capital del mundo. No encuentra el clima nunca, un día nos invadían los correntinos, otro día los chaqueños, después aparecieron los monos. Pero al mismo tiempo brinda bienestar, tiene mucha bohemia, mucha noche. Todos los que nos fuimos siempre queremos volver, bendigo al que se quedó”, añadió.
Y acotó: “Rosario me dio desde un cajón de lustrar hasta un Mercedes Benz. Siempre busqué compañías sanas, me gustó mucho el deporte. Antes sí que el que no trabajaba no comía, no había como ahora tanta gente sin comer”.
Sus reflexiones fueron memorables si alguien seguía su face, por ejemplo esto definió sobre la vida: “Se va dando por ciclos y uno los va afrontando, vivir casi que tiene más preguntas que respuestas. Si suponemos que vida es una lucha yo soy sobreviviente de esa lucha. En la lucha te acompaña el amor, la música, yo soy una persona alegre. Me levanto con ganas de vivir siempre. La vida es un gran chiste que va en serio”.
Fue un crítico duro de la realidad del país: “Nací el 30 de diciembre de 1955, pasé los 60, 70, 80, 90 y 2000 y el país no avanzó nada. Era más fácil antes que ahora a pesar de que había menos cosas, vengo, de la generación donde te miraban y sabías qué hacer”.
Hizo un verdadero culto de la amistad, en este sentido dijo: “Tengo amigos en Santiago del Estero, Italia e Israel puedo dar la vuelta al mundo y no estar solo”.
Alma y espíritu inquieto un día decidió dejar todo e irse a Brasil, “estuve hospedado en la casa de un conocido de un amigo, seis meses y de ahí emigré hacia el mar a San Vicente un puerto, yo quería seguir vendiendo lo mío que era publicidad vendía tarjetas personales y un día caminando por las calles de San Pablo, conocí a dos personas fuimos a tomar un café uno de ellos me invitó a su departamento, ensamblaba bijouterie y vendía en Camboriú y Florianópolis. Un día lo acompañé a Camboriú tenía un predio grande viví con él y su familia y me enseñó a hacer lo que hacía y era un negocio brillante, aprendí y vendí en San Vicente, Praia Grande, Santos, Guaruyá y me fui hasta Río vendiendo”, recordó.
Seguidamente continuó: “Volví y me puse a hacer ese negocio que era muy rentable. Soñaba con esa Argentina interactuando con Latinoamérica, no porque lo haya dicho Perón, estuve dos años en Brasil”.
En otro orden agregó: “A mí siempre se me hizo fácil el contacto con la gente. Aquel que no tenga comunicación en la vida por más que tenga profesión no va a poder desarrollarse en la vida. El principio básico es la comunicación, sino nos entendemos no nos relacionamos. Si no nos entendemos perdemos todos”.
Respecto a su pasión por la música explicó: “para mi nació con mi viejo soy fruto genéticamente de un padre cantor, en casa siempre hubo música campera. Cuando mi papá logró comprar su primer combinado era marca Columbia con un sólo parlante, el primer disco que compró se llamaba el Disco de Oro de Julio Sosa y todos los domingos escuchaba varias horas música, de ahí la música fue siempre mi grata compañía, cuando viví en Brasil, la música era mi hermana. La música está en el ser humano. Tuve la suerte de estar rodeado de mucha música y muchos músicos, soy muy respetado por los músicos que hacen música, he recibido momentos maravillosos, me ha dado momentos increíbles, la música no sólo acompaña sino que transforma”.
Finalmente reflexionó, cómo le gustaría ser recordado. “Creo que lo que va a quedar de mi es una sonrisa, cuando yo me vaya de este mundo los que se acerquen a saludarme, va a ser emotivo pero espero que terminen, que se animen a dibujar una sonrisa porque yo en el medio del dolor me animé a sonreír, me animé a hacer lo que muchos no se animan. No sé si me voy a ir haciendo todo lo que pensé”.
Redacción: Hechos Media