Fue el genio saladillense, criado en Polvaredas, quien con una idea fija y trabajo arduo logró ser reconocido en todo el mundo por su talento y sus helicópteros, pero también por su humildad, entereza y dignidad.

Pasada la medianoche, falleció a los 84 años de edad Augusto “Pirincho” Cicaré, quien se encontraba internado hacia un tiempo en el Hospital Doctor Posadas de Saladillo, provincia de Buenos Aires.
En Mecánica Popular
Augusto Cicaré tenía cuatro años cuando vio una edición de la revista Mecánica Popular con fotos que le llamaron la atención: unos artefactos estaban volando, pero no eran los aviones que tanto le gustaban. Le pidió a su madre que le leyera el artículo: «Es un aparato que está desarrollando un ruso (Igor Sikorsky), que ahora vive en Estados Unidos. Se llama helicóptero, puede despegar desde el patio de casa, volar igual que un avión y volver a descender», describió María Anunciada Ercoli. Era 1941 y en ese mismo momento prometió que iba a construir uno cuando fuera grande. Su madre intentó no desanimarlo: «¿Por qué no, hijo? Si este señor pudo, vos también podés», rubricó un artículo publicado en La Nación.

Producción
En una nota de ese medio publicada en 2017, se destacaba lo alcanzado por Cicaré en años de trabajo.
En la fábrica, ubicada en una calle que lleva su nombre, el 80% de la producción se exportaba durante ese año.
El mercado asiático se llevaba un 40%; Europa, un 30%; Estados Unidos, un 15%, y el restante 15% va a Oceanía y Sudamérica.
El 60% de las ventas provenía de los modelos Cicaré 8 y Cicaré 12 (ambos biplazas) y el Cicaré 7 (monoplaza), que costaban ese año entre US$ 76.200 y US$ 153.300.
Tornero
El tío de Cicaré era tornero y, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, las principales automotrices no estaban fabricando repuestos, con lo cual no daba abasto reparando piezas. Entonces Pirincho, que por aquel entonces tenía unos diez años, comenzó a ayudarlo en el taller. En el colegio tenía las notas más bajas, el problema era que no estudiaba. No bien salía de la escuela se iba derecho al taller, sin comer nada.
Los sueños de que terminara la escuela y fuera ingeniero se vieron truncados cuando su padre se enfermó y no pudo continuar estudiando. Tenía once años, era el mayor de cinco hermanos (le seguían Hugo, María, Elba y José María) y todavía recuerda las palabras de su madre: «Vas a tener que ir al campo a trabajar». Su respuesta la desconcertó, pero ella terminó accediendo. «No mamá, a mí eso no me gusta. Comprale las herramientas al tío y yo sigo con sus clientes.»

Años después, terminaría de armar su primera construcción, a pesar de que todo el mundo le dijera que se metía en una camisa de once varas.
El primer prototipo no contaba con ningún tipo de certificación, había sido fabricado con caños de luz, fierros de maquinaria agrícola e incluso barrales de bronce de una cama que pertenecía a su madre cuando aún era soltera. El motor estaba hecho con fundición de chatarra.
Eso bastó para que el jefe de la Fuerza Aérea del presidente Illia lo invitara a instalarse en la Fábrica Militar de Aviones y trabajar de forma más profesional, aunque con el golpe de 1966, ese proyecto quedó trunco.
Inventos
«Pirincho», quien también entablara una amistad con Juan Manuel Fangio, tiene en su haber dos inventos. Uno de ellos es una pieza que reemplaza el plato oscilante que utiliza la mayoría de los helicópteros. El otro es el entrenador de vuelo, que, a diferencia de un simulador, que es virtual, permite pilotear un helicóptero real, semicautivo.
Por todo esto, se puede decir que se ha ido un singular y gran creador e inventor que ha hecho historia en nuestro país
Galeria de Fotos



