Israel va a sus quintas elecciones en menos de cuatro años, el ex primer ministro busca volver al poder

El 1 de noviembre se disputarán las elecciones en Israel, Benjamin Netanyahu se juega su regreso al poder, aunque no es nada sencillo que pueda romperse impasse político que atraviesa el país.
En dos semanas, el país se volcará a las urnas en la quinta votación en menos de cuatro años para decidir si Yair Lapid, actual primer ministro en funciones, o Netanyahu, líder de la oposición, encabeza el próximo Ejecutivo.
Las encuestas no proyectan un ganador claro: ninguno logra reunir 61 diputados de los 120 que tiene el Parlamento israelí para formar una coalición de gobierno estable y más o menos coherente.
El exprimer ministro quiere volver al cargo que dejó en junio del año pasado -y que ocupó por más de una década de forma ininterrumpida- y no duda en apoyarse en Sionismo Religioso, una alianza de extrema derecha que conducen los diputados Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich, conocidos por sus posicionamientos nacionalistas a favor del supremacismo judío.
La lista de Sionismo Religioso sería la tercera más votada en dos semanas, una buena noticia para Netanyahu, pese a las advertencias de Estados Unidos.
Robert Menéndez, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense, le aclaró a Netanyahu que a los legisladores demócratas y republicanos les costará cada vez más defender el respaldo de EEUU a Israel.
Ben-Gvir y Smotrich pidieron que se legalice la deportación de ciudadanos árabes israelíes que no juraran lealtad al Estado y la pena de muerte para terroristas.
También llamaron a prohibir a los partidos de la minoría árabe, que representa el 21% de la población total del país y que podría inclinar la balanza a favor de Lapid.
Netanyahu viene presionando a la ministra de Interior, Ayelet Shaked, para que se baje de la elección, quién según sus calculos no llega a reunir la cantidad de votos necesarios para ingresar al Parlamento y estaría desperdiciando votos que deben ir al Likud, el partido del ex primer ministro.
Sin embargo, hay varios factores que inciden en la vuelta de Netanyahu. Por empezar, nada le asegura al líder del Likud que logre reconciliarse con la administración Biden y los planes de la Casa Blanca para Medio Oriente. Netanyahu se quedó estancando en la relación privilegiada que construyó con Donald Trump.
En el medio, Lapid supo acercarse a Biden y anotarse un logro en particular: el acuerdo de demarcación de los límites marítimos con Líbano. Los países, técnicamente en guerra, negociaron además los términos en que se explotarán los yacimientos de gas en cuestión.
Los organismos de seguridad respaldan el acuerdo, que en la práctica representa el primer éxito diplomático de Lapid, quien ha retenido el cargo de ministro de Exteriores a la par del de premier. La estrategia de Netanyahu, entonces, pasa por boicotear lo pactado con Beirut.
Por otra parte, Lapid está en funciones desde el pasado 1 de julio y se convirtió en jefe de la diplomacia israelí hace menos de un año y medio. En este corto trayecto, el dirigente centrista cuido las relaciones que Netanyahu y Trump normalizaron con Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos.
A principios de agosto, Lapid ordenó un ataque aéreo «preventivo» contra la Yihad Islámica en la Franja de Gaza. También, autorizó un plan para conceder permisos de trabajo en Israel para 20 mil palestinos que viven en los territorios ocupados.
Además, dejó en claro que la mano dura aplicará también en Cisjordania, donde los soldados israelíes llevan meses realizando operaciones «antiterroristas» en Jenín y Nablus en medio de la violencia creciente entre los palestinos y los colonos israelíes.
Puertas adentro, Lapid quiere estimular la participación de los votantes árabes que, en caso de ser alta, o no tan baja como en las últimas elecciones, sacaría del juego a Netanyahu. El partido islamista Ra’am ha seguido de cerca el plan para contrarrestar la desigualdad entre árabes y judíos en Israel con la ministra de Igualdad Social, Meirav Cohen.
Ese plan prevé destinar más de 8,5 mil millones de dólares en vivienda, educación, infraestructura, empleo y la inserción en el sector de alta tecnología del país. Es un aliciente para que la población árabe bloquee la vuelta de Netanyahu en las urnas.
En las semanas que quedan hasta la elección, Netanyahu recorrerá el país, exhibirá las contradicciones de Lapid y la debilidad de la coalición que busca impedirle un regreso al gobierno y alentará una suerte de pacto entre los partidos de derecha. Si no consigue su objetivo, podría tener problemas para seguir liderando el Likud y a la derecha israelí.