La decisión del juez Alejandro Maraniello de prohibir la difusión de los audios atribuidos a Karina Milei reavivó el debate sobre la censura en democracia. El fallo, solicitado por el Gobierno nacional, ordena a periodistas y medios —entre ellos Jorge Rial y Mauro Federico— que no publiquen el material, sin evaluar su contenido ni demostrar un daño concreto. Tampoco establece plazos ni límites.
Constitucionalistas como Andrés Gil Domínguez y Daniel Sabsay lo cuestionaron por inconstitucional y por constituir un caso de censura previa. La resolución es vista como un intento de blindar al oficialismo y condicionar a la prensa.
El episodio recuerda lo ocurrido en 1992, cuando la jueza María Servini de Cubría prohibió un sketch de Tato Bores en medio del escándalo del Yomagate. La medida generó un efecto contrario: el humorista logró un gesto histórico de resistencia cultural.
Ese día, estuvieron junto a Tato figuras como Pappo, Luis Alberto Spinetta, Gustavo Cerati, Zeta Bosio, Ricardo Darín, Enrique Pinti, Alejandro Dolina, Luis Brandoni, Chico Novarro, Marta Bianchi, Luisina Brando, Patricia Sosa, Cipe Lincovsky, Chunchuna Villafañe, Julián Weich, Jorge Guinzburg, Fabián Vena, Sebastián Borensztein, Reina Reech, Juana Molina, Miguel Ángel Solá, Roberto Carnaghi, Hugo Arana, Darío Grandinetti, Juan Leyrado, Soledad Silveyra, China Zorrilla, Gabriela Toscano, Magdalena Ruiz Guiñazú, Mónica Gutiérrez, Fernando Bravo, Juan Alberto Badía, Mario Pergolini, Nicolás Repetto, María Laura Santillán, Pichuqui Mendizábal, César Mascetti, Mónica Cahen D’Anvers y Víctor Hugo Morales, entre otros.
Todos ellos se sumaron a un coro que pasó a la historia, cantando: “La jueza Barú Budú Budía, es lo más grande que hay”. El intento de censura solo potenció la crítica y dejó marcada a la magistrada para siempre.
Hoy, más de tres décadas después, la resolución de Maraniello revive ese recuerdo incómodo y vuelve a poner en el centro la relación entre poder político, justicia y libertad de expresión en la Argentina.