El entrenador de Boca Juniors, Miguel Ángel Russo, falleció tras una larga lucha contra el cáncer y deja un legado imborrable
El entrenador de Boca Juniors, Miguel Ángel Russo, falleció este miércoles en Buenos Aires a los 69 años, tras una larga lucha contra el cáncer que lo acompañó durante los últimos ocho años de su vida. Su partida generó una profunda conmoción en el mundo del fútbol y marcó el final de una era en los bancos de suplentes del país.
El Club Boca Juniors confirmó la noticia “con profunda tristeza”, destacando que “Miguel deja una huella imborrable en nuestra institución y será siempre un ejemplo de alegría, calidez y esfuerzo”. El mensaje reflejó el sentir de todo el ambiente futbolístico, que lo reconocía no solo por sus logros deportivos, sino también por su integridad personal.
Nacido en Lanús en 1956, Russo fue un futbolista de una sola camiseta: jugó 435 partidos con Estudiantes de La Plata, donde debutó en 1975 y se retiró en 1988. Como mediocampista, se destacó por su rigor táctico y compromiso, rasgos heredados de su mentor Carlos Salvador Bilardo, con quien conquistó los campeonatos de 1982 y 1983. Una lesión lo privó de formar parte del plantel que fue campeón mundial en México 1986, pero su nombre quedó ligado para siempre al ADN del “pincharrata”.
Su trayectoria como director técnico fue tan extensa como ejemplar: más de 1.000 partidos dirigidos en 16 clubes de Argentina y el exterior. En el país, pasó por Lanús, Estudiantes, Vélez, San Lorenzo, Boca y Rosario Central, institución a la que condujo en cinco etapas distintas. En el extranjero, dirigió equipos en Chile, México, España, Colombia, Perú, Paraguay y Arabia Saudita.
Su mayor consagración llegó en 2007, cuando condujo a Boca Juniors a su última Copa Libertadores, con Juan Román Riquelme como figura estelar. Ese vínculo entre ambos fue decisivo para su regreso al club en distintas etapas, la más reciente iniciada en junio pasado. Aun con salud frágil, Russo mantuvo su compromiso y su pasión intacta, trabajando hasta sus últimos días.
Miguel Ángel Russo se va dejando una huella de respeto, profesionalismo y temple, valores que trascendieron colores y camisetas. Su legado quedará grabado no solo en los títulos, sino en la forma en que entendió el fútbol: como un espacio de trabajo, humildad y amor por el juego.